¿Por qué sólo podré hacer esto una vez?
Siempre he querido escribir historias, pero siempre lo intento y me quedo a mitad de ellas. Tengo mucha imaginación en mi cabeza, demasiada a veces, pero por más que quiero las ideas no puedo plasmarlas en el papel. Pero por algo llamado inspiración conseguí crear esta pequeña historia, una historia que me hace sentir orgullosa.
¿Quién sabe? A lo mejor la inspiración viene de nuevo y estáis hablando con una J.K. Rowling en potencia ;)
Espero que os guste
¡Pss guardadme el secreto! ;P
Siempre he querido escribir historias, pero siempre lo intento y me quedo a mitad de ellas. Tengo mucha imaginación en mi cabeza, demasiada a veces, pero por más que quiero las ideas no puedo plasmarlas en el papel. Pero por algo llamado inspiración conseguí crear esta pequeña historia, una historia que me hace sentir orgullosa.
¿Quién sabe? A lo mejor la inspiración viene de nuevo y estáis hablando con una J.K. Rowling en potencia ;)
Espero que os guste
¡Pss guardadme el secreto! ;P
- ¡Cógeme la mano!
- ¡Cógeme la mano!- volví a repetir estirando aún más el brazo hacia ella. ¡Había que darse prisa!¡No había demasiado tiempo!
- ¿Qué pretendes hacer?- sus ojos no paraban de observar cada uno de mis movimientos. Ella intuía a que me estaba refiriendo, no había otra escapatoria para conseguir ser libres. Sin dejar de mirarla, señalé con la cabeza hacia al mar oscuro y vi como ella negaba con la cabeza a la vez que pequeñas lágrimas empezaron a correr por su cara.
- ¡Es una locura!- gritó mientras negaba enérgicamente con la cabeza. - ¡Nos vamos a matar! ¡No lo vamos a lograr! ¡Tenemos que encontrar otra forma!
- ¡No hay otra forma!- grité agarrándola con fuerza por los hombros. Ella se calló al instante, mordiéndose el labio inferior para poder controlar las lágrimas.
- ¿Confías en mí?- susurré en su oído. Ella se separó de mí, mirándome con aquellos ojos que hacían que viera su alma a través de ellos.
- Por ti, daría mi vida- lo dijo despacio, recalcando cada una de las palabras. Yo me quedé absorto mirándola, ¿Cómo no amarla y dar también mi vida por ella? ¿Cómo no hacer que quisiera protegerla a cada minuto que pasaba de mi vida? Si volviera a nacer, volvería a cometer las mismas locuras por ella, volvería a dejar todo de lado por ella. Esas palabras hicieron que mi miedo se disipara por completo.
- Entonces, ¿confías en mí?- repetí mientras estiraba mi brazo hacía ella. Una pequeña sonrisa asomaba por mis labios.
- Sí, Edward- sonrió- confío en ti- me cogió la mano enredando sus dedos en los míos.
De pronto en el interior del bosque se escucharon pisadas y ladridos de perros ¡Ya estaban aquí! Sentí como ella se ponía rígida y nerviosa miraba para todos lados. Aún con las manos entrelazadas nos fuimos acercando poco a poco al borde del precipicio. El viento rugía con fuerza y las olas chocaban intentando atravesar la pared. Solo una gran luna llena ocupaba el cielo oscuro, ¡Hubiera sido una noche tan romántica! Cuando llegamos al borde del precipicio, noté como su mano apretaba con fuerza la mía. Me giré para mirarla y vi que tenía los ojos cerrados y respiraba entrecortadamente. ¡Ella odiaba las alturas! ¡Y yo la iba a hacer saltar más de 100 metros! Esto no me lo iba a perdonar en la vida.
- Ya sabes, a los mayores miedos, mayores soluciones- ella río ante aquel comentario y sin abrir los ojos me contestó- Pero podríamos haber empezado con una un poco más pequeña- puso los morritos que tanto me gustaban, aquellos que ponía cuando estaba “enfurruñá” que solía decirla yo.
- Ya pero si no, ¿Dónde queda lo bueno?- nos reímos. Aquella situación era un tanto desconcertante, los dos en medio de un precipicio a punto de saltar en una de las noches más peligrosas, y ahí estábamos, riéndonos como si tal cosa. A los ojos de cualquiera pareceríamos dos locos.
- De acuerdo- las voces se oían cada vez más cerca. Ella paró de reír y me observó atentamente.- Saltamos a la de tres, y recuerda que tienes que pegar mucho tus brazos y piernas, ¿De acuerdo? Para que la caída sea más limpia- ella apretó mi mano mientras se mordía el labio inferior. Nos giramos hacía el mar y una ráfaga de viento hizo que nuestras ropas se alborotaran. La miré y vi que de nuevo había cerrado sus ojos, los apretaba ligeramente para intentar conseguir una calma que no llegaba. ¡No podíamos perder más tiempo! O saltábamos ya o todo nuestro intento había sido en vano.
- Una, dos,tr...
- ¡Edward! -me cortó apretándome con fuerza la mano.
- Tranquila, no soltaré tu mano cuando saltemos- sabía que aquello era lo que la preocupaba, en tan poco tiempo la conocía más que a mí mismo. Ella sonrió levemente mientras murmuraba un gracias. Yo la apreté aún más la mano y me giré de nuevo hacía el mar.
- Entonces, una, dos, y ¡Tres!