martes, 9 de noviembre de 2010

Guerra de comida

Publicado por Lili en 16:18 0 comentarios
¿Por qué me gusta tanto escribir?

Antés que nada, quería pedir perdón por la tardanza en escribir. He estado muy ocupada estos meses y siempre se me olvidaba.

Hace poco, Diana me regañó por no actualizar desde hacía mucho y la prometí que lo haría de nuevo pronto =). Aunque si es verdad que la prometí con otra actualización jeje. Pero esa será una de las siguientes.

Os dejo con una historia que escribí hace ya unos meses en un ataque de inspiración nocturna. He cambiado el nombre del personaje ;)

Espero que os guste.

Y contestando a mi pregunta, pueda que me guste escribir porque me hace liberar de alguna manera la imaginación que tengo en mi cabeza. Eso si, me queda muchísimo por mejorar.

¡Pss guardadme el secreto! ;P

Dedicado a Diana. Gracias guapa ^^

Le miré sentado en su silla. Parecía un niño pequeño que esperara con ansiedad el primer regalo de la Navidad. Llevaba la chaqueta que tanto me gustaba y su característica camisa con el cuello a picos. El pelo lo llevaba despeinado haciendo que algunos mechones se le escaparan que él, con ágil movimiento, se los volvía a colocar. Me fijé en un detalle que sobresalía de su cuello, ¡era el colgante que le había regalado! "¡Me recuerda al color del césped! ¡Y el césped me encanta!" me dijo el día que se lo regalé mientras se lo ponía alrededor del cuello. Me sonrojé sin darme cuenta. Que él llevara mi colgante, el colgante que yo lo había regalado, era el mejor regalo que me podía hacer nadie. Él, dándose cuenta que alguien le miraba fijamente, movió su cabeza en busca de esa persona, coincidiendo su mirada con la mía. Al darse cuenta que era yo, sonrió de una manera que me hizo sonrojarme más sí podía. ¿Cómo alguien podía sonreír de una manera tan adorable?
De repente alguien hizo sonar una campana que se encontraba en el salón anunciando que el primer plato llegaba. Él se movió nervioso en su asiento, aplaudiendo de una manera que sólo yo pude apreciar pues me conocía todos sus movimientos. Los camareros entraron y como si de una coreografía se tratara dejaron los platos a la vez en frente de cada uno. Miré lo que había en el plato, trucha envuelta en una especie de hoja verde. Jack odiaba el pescado. Miré de nuevo hacía él, su sonrisa se había esfumado y en su lugar había aparecido una mueca de asco que hacía que su cara pareciera un poco rara. Me miró y negó con la cabeza haciéndome entender que él no se lo iba a comer.
-¡Cometelo!- le ordené moviendo solo los labios. Él movió de nuevo negativamente su cabeza, haciendo que los rizos se le movieran de un lado para otro. - Jack...
-No- me dijo cruzándose de brazos. En ocasiones podía ser muy terco.
-Tienes que comerlo, no puedes hacer eso...
-Si tanto te gusta, cometelo tú- Y con un movimiento ágil me tiró un trozo de trucha. De lo rápido que había sido no me dio tiempo a esquivarlo haciendo que mi vestido acabara pringado en aceite.
Todo el mundo paró lo que estaba haciendo para poner su atención en nosotros. Él me miraba con una sonrisilla de niño travieso haciendo que me enfadara más con él. ¿Cómo había sido capaz de mancharme el vestido? ¡Era mi vestido favorito! Le miré de manera furiosa y sin importar que todo él mundo nos estuviera mirando cogí un trozo de mi trucha con el tenedor y lo tiré en su dirección. Él dándose cuenta de mi propósito se agachó haciendo que cayera en la cara de la mujer que tenía a su derecha. Me miró sorprendido, como si no hubiera sido capaz de hacerlo. Yo le miraba desafiante, ¡ni que él sólo pudiera hacerlo!
Alguien en algún sitio lejano del comedor gritó: "Guerra de comida" y ahí comenzó la situación más surrealista de mi vida. La comida empezó a volar de un lugar a otro, caviar, paté, mahonesa, puré, trozos de trucha e ¡incluso gajos de naranja! ¡Todo valía en esta guerra!
Llevaba un rato tirando comida cuando de repente alguien me cogió del brazo y me arrastró hasta una armadura cercana dónde me empujó para escondernos.
-Está bien un poco de comida-dijo quitándose un trozo de lechuga del pelo- pero no puedo dejar que manches más tu precioso vestido- dijo riéndose con la risa que tanto me encantaba.
- Ahora te preocupas del vestido- sonreí de vuelta- Haberte preocupado antes.
- Tienes razón- asintió con la cabeza- pero ¿sabés? Tienes una mancha.
- ¿Una? ¡Tengo varias!- me reí haciendo que un pegote de mahonesa cayera al suelo
- Ya, pero ahí una que te hace fea- Yo me sonrojé ante aquello. Tenía que ser tan directo
-¿Cuál?
-Esta
Y sin más me besó. Yo sentí mil descargas eléctricas recorrer mi cuerpo y noté como la piel se me erizaba haya donde él tenía su mano. ¡No me podía creer lo que estaba pasando! Pero antes de que me diera tiempo a cerrar los ojos para disfrutar del momento él apartó su cara de la mía.
-Ahora estás mucho más guapa- dijo sonriendo y riéndose cuando notó que mis mejillas se colorearon de rojo.

 

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